Avatar

Ana pagó por el vestido con la tarjeta de crédito de su padre. Era el vestido de graduación que toda chica sueña; rojo, largo hasta los tobillos y con un escote hermoso. Se había pasado un poco del presupuesto, vaya, pero su padre seguro la perdonaría por ello. A final de cuentas, una no se gradúa de la escuela de medicina todos los días.

Salió de la tienda y caminó un par de pasos, pero algo crujió bajo su pie y Ana perdió el equilibrio.

– Demonios.

El tacón derecho estaba roto. Y eran unos zapatos prácticamente nuevos. Justamente el par que tenía planeado utilizar en el evento. Ana sujetó el zapato con una mano y el tacón roto con la otra. No tenía remedio. Maldijo de nuevo. Tendría que comprar también un par de zapatos… con la tarjeta de crédito de papá. De acuerdo, tal vez sí la reprendería un poco cuando llegaran a casa los recibos.

No tenía caso darse otra vuelta al centro comercial, lo mejor era encargarse del asunto en ese momento.

Ana estaba pensando a qué local de zapatos dirigirse cuando escuchó un grito. Vio a una mujer frente a ella, mirando con terror algo que estaba arriba, en el segundo piso del centro comercial. Iba a girarse para averiguar de qué se trataba, cuando la respuesta le cayó encima.

El video del centro comercial no revelaba mucho. Un hombre de apariencia normal arrojándose del segundo piso. Un repentino acto suicida.

– Hey, Blargh, no hagas eso, que el videojuego se reinicia.

– Lo lamento, Blurgh, lo lamento. Es que me aburrí. Vamos, no me mires así, solamente fue un saltito.

– Pues crea un nuevo Avatar, elige otro perfil y hazlo más interesante. Puedes elegir otro sexo, otro escenario, otra profesión. ¿Por qué no eliges ésta? A ti siempre te han gustado las aeronaves.

James regresó del baño sin prisa. Se sentía tranquilo. El clima era el idóneo y todo apuntaba a un viaje sin percances de ningún tipo. Le sonrió a algunos pasajeros en su camino de vuelta a la cabina. Incluso conversó un poco con algunos de ellos. Que cómo estaba el clima en San Francisco, que si se preveían turbulencias, que cómo era la vida de un piloto, que si extrañaba a su familia mucho. Las preguntas de siempre.

Cuando James llegó a la cabina tocó tres veces. No obtuvo respuesta. Frunció el ceño y tocó de nuevo, con más insistencia. Las aeromozas voltearon a verlo, intrigadas.

– ¿Hay problemas?- preguntó una de ellas.

– No lo creo, no debe ser nada- respondió James y tocó una vez más.

Nada. James comenzó a gritar a todo pulmón. Algo no andaba bien. El copiloto seguía sin abrir la puerta de la cabina. Los pasajeros se revolvieron en sus asientos. James escuchó gritos y murmullos angustiados a sus espaldas.

El avión se sacudió con fuerza. James se dio cuenta rápidamente de que estaban perdiendo altura. No iba a perder más tiempo. Tomó el hacha que estaba en la caja de emergencias y a punta de hachazos intentó derribar la puerta.

El avión se estrelló en las montañas. La caja negra aportó algunos datos. El copiloto se encerró en la cabina y dejó caer el avión en un repentino acto suicida.

– ¿De nuevo, Blargh? ¿Lo hiciste de nuevo? ¡Ya te he dicho que el juego se reinicia cuando haces eso!

– Pero es que me aburro, Blurgh, me aburro. No le veo lo divertido a tu videojuego.

– Mira, te voy a mostrar mi avatar. De las veintitrés metas que tiene en la lista, ya he conseguido que cumpla dieciocho. Mira, ésta es la casa que le he construido. No está mal, ¿eh? Tiene piscina. Y mi más reciente logro fue comprar este vehículo todo terreno para él. ¿Lo ves? Cuando te comprometes con tu Avatar se vuelve más divertido. Deberías intentarlo de nuevo.

– De acuerdo, de acuerdo. Lo intentaré otra vez, Blurgh.

Si quieren saber más acerca de la Teoría de la Simulación, no dejen de leer este breve artículo que nos explica de qué se trata: 
http://bitacora.ricardomartin.info/2013/01/25/la-teoria-de-la-simulacion-de-nick-bostrom/